Cómo salir de este maldito sitio. [Adam]

Había salido a dar una vuelta por el bosque, donde podía pasear bajo la sombra de los árboles con total tranquilidad, en los descansos que tenía, claro que incluso si no tuviera descansos podría salir a dar vueltas ya que últimamente no pasaba casi nada de interesante por la enfermería, nada más que heridas tontas, algun resfriado, nada que le hiciera tener trabajo de verdad, tenía más tiempo libre, pero allí encerrado. Así que tener el bosque cerca era toda una bendición a su parecer.

Se escondió dentro de un tronco que era grande, para sacar la petaca que llevaba siempre con algo de alcohol dentro, también podía hacerlo allí, ya que muchos internos le intentarían robar la dichosa petaca, rellena de ron, que era lo que más le gustaba al chico, trás unos tragos, decidió salir del tronco, pero no por gusto, sinó porque oyó unos pasos fuera. Se quedó plantado frente a una chica que reconocía, almenos eso le parecía, sabiendo como era, muy posible que fuese quien creía que era - Kilyen? en este internado? vaya, que grata sorpresa, así es como tratas ahora a tu amigo? - Se rió observándola, la verdad es que estaba igual de guapa que siempre.

Ella le reconoció rapidamente. Se mostró más relajada y empezó a acercarse a él tranquilamente. Se alegró de verla, estaba igual de guapa que siempre. Habían tenido una relación un tanto extraña siempre, eran amigos, que pecaban de mucha confianza y se habían ido a la cama en más de una ocasión. Escuchó lo que le contaba, como era que estaba aquí encerrada - Ya, lógico, era cuestión de tiempo - Negó para si mismo y se encogió de hombros - También me gusta a mi haber encontrado un rostro conocido y más si es de una chica con la que siempre me he llevado bien - Sonrió guiñándole un ojo, mientras ella se acercaba.

Ella se fue acercando hasta su posición, no se movía ni un pelo, dejando que ella se acercara tanto como quisiera. Quedándose muy cerca de él, tanto que si hubiese seguido, habrían acabado pegados. Entonces ella empezó a tocar su pelo, se dejó, escuchando como susurraba su nombre y preguntaba que hacía él allí. Primero posó ambas manos en la cintura de la chica - Pues soy el enfermero del centro - Se rió ligeramente, mientras seguía en la misma posición.

Ella se dejó colocar las manos en su cintura, cosa que agradeció, ella le dijo que estaría en buenas manos y asintió - Si, además no creo que deba curarte nunca, primero, sabes defenderte bien sola y si te hacen daño, pobres de ellos, que toquen a la chica más guapa de por aquí - Le guiñó un ojo, no era de decir cosas muy bonitas, pero si la verdad, quien no encontrara guapa a la chica que tenía ahora mismo delante de ella, era ciego o como su mejor amigo, que no le gustaban las chicas. Ella era un muro de hielo con todas las personas, excepto él, que lo había sabido romper y ahora gozaban de una grata y gran amistad.

Notó como le abrazaba sin decir nada más que eso, el abrazo, en su caso, los gestos valían más que mil palabras - Vaya, si que me has hechado de menos, yo que pensaba que no echabas de menos a nadie - Se rió, clarisimamente estaba bromeando, como siempre, era talvez el único que se atrevería a bromear con ella, la abrazó contra él, sonriendo, posando un beso en su mejilla, como indicándole que él también la había hechado mucho de menos.